jueves, 3 de octubre de 2013
TERROR
La chica que experimentó esto tenía unos 4 años cuando sucedió. Era la primera vez que iba a ir a una casa donde había una persona fallecida: su abuela. Yacía tendida en su ataúd y la gente le lloraba. Iban a enterrarla aquel mismo día. La niña miraba todo con ojos infantiles, alucinada con tanta lágrima y sobre todo, con la sabiduría de que su abuela ya nunca más se levantaría. Y entonces vió una especie de cuerda o hilo dorado que salía del ataúd y se dirigía hacia el techo, perdiéndose en la invisibilidad. Nunca supo qué era aquello, y además sabía que nadie más lo había visto porque de lo contrario habría escuchado algún que otro comentario.
Seguramente su abuela se estaba yendo definitivamente.
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