En 1984, cuando algunos de nosotros aún caminábamos apoyándonos en los muebles y otros ni siquiera habíais nacido, se estrenó “Gremlins”, una película sobre una extraña pero adorable criatura a la que, por encima de todo, no se podía dar de comer después de medianoche. Su aire de comedia negra cautivó a pequeños y mayores, y pronto muñecos, peluches, videojuegos e incluso cereales de los gremlins inundaron el mercado. La película engrosó las arcas de su distribuidora, Warner Bros., y de Steven Spielberg, productor ejecutivo.
Dos años después llegó a la gran pantalla “Critters”, un flick mezcla de terror, comedia y ciencia ficción que trataba sobre unas viciosas bolas peludas del espacio que atacaban un bucólico pueblecito norteamericano. Su director, Stephen Herek, negaría que la película quisiera aprovecharse del tirón comercial de los traviesos gremlins, ya que, según decía, el guión de “Critters” se escribió mucho antes de que comenzara la producción de la película de Spielberg; sin embargo, la confusión estaba servida. A los productores, por supuesto, las comparaciones les importaban un bledo mientras la gente fuera a ver su película.
Así las cosas, “Critters” no lo hizo mal en taquilla y se convirtió en una cinta de culto en los videoclubes. Esto llevó a que, apenas dos años más tarde, se estrenase la secuela, a la que sucedieron otras dos películas bastante mediocres. Aprovechando que hoy se cumplen veinticuatro años y un día desde el estreno de la primera parte de la saga
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